sábado, 5 de febrero de 2011

Extra 1: ¿cómo se me ocurrió todo este embrollo?

Pues, en realidad, se me ocurrió antes el cebo que el argumento... para qué mentir. Luego surgió el argumento y no tenía nada que ver con lo que ha acabado saliendo en realidad. Lo que me lleva a reforzar mi teoría de que los personajes bien construidos tienen vida propia. Siempre me pasa igual: planeo la historia y luego, como los personajes tienen que ser consecuentes con lo que son y con su evolución personal, acaban reaccionando de forma distinta a como en principio deberían haberlo hecho y la novela acaba tomando derroteros inesperados. Luego, intento meter personajes nuevos para encauzar de nuevo la historia en el rumbo que quería y ¡pum! La he liado porque esos personajes también evolucionan y tienen ideas propias. Pensaréis que estoy un poco loca por decirlo, pero es así. Me sacan de quicio. ¿que no me creéis? Pues aquí os escribo un poco cómo iba a ser la historia.
- Se iba a formar un triángulo amoroso entre Diana, Robert y Alexander. En principio iba a elegir a Alex, pero luego acabaría con Robert.
- Careas iba a estar coladita por Robert y empezaría en ella un odio visceral, hasta el punto de que se aliaría con Alex cuando esos dos acabaran juntos para entregar al vampiro a los Fríos (porque si no era de ella, no sería de nadie).
- Los fríos eran malos, malísimos.
- Los vampiros eran todos una panda de bonachones.
- Diana no iba a tener poderes de ningún tipo. Ni siquiera se iba a interesar por eso de la magia.
- Prastes y Desmias se iban a quedar con ellos hasta el final.
- Iba a haber muchos dragones y unicornios.
- Los elfos eran todos buenísimos (qué maniquea soy cuando planifico una historia... en fin).
- No iba a haber hadas. Y desde luego no se vampirizarían.
- Diana iba a ser una excelente arquera. Nada de lucha cuerpo a cuerpo ni armas con filo.

Bueno, eso era lo más destacado, pero como podéis comprobar no tiene nada que ver con lo que ahora es Atrapada en otra dimensión. Por cierto, aquí tenéis un nuevo link de descarga, por si no os gusta el de bubok

sábado, 25 de septiembre de 2010

el hijo pródigo entra en escena

Día 174: reencuentros inesperados

La cosa fue bien, pero por desgracia nos han puesto muchos impedimentos inesperados.

El consejo por fin nos dejó entrar a defendernos, pero los dos idiotas que se oponen a nuestra marcha nos tenían reservada una sorpresa. ¡Han encontrado a Carlos! No sé cómo lo han hecho ni me importa realmente, pero ojalá no lo hubieran hecho. Me ha costado horrores convencer al consejo de que todas sus declaraciones son una farsa, y nuevamente un hechizo de verdad nos ha salvado de ser vistos como unos depravados, aunque nos ha hecho perder un día entero y algo de credibilidad (porque debo reconocer que no fui muy sincera en mis primeras semanas aquí).

Se ha hecho el mártir, eso es lo que ha hecho. Según su versión, yo estaba con los vampiros desde el principio y le atraje hacia ellos para que se alimentaran cuando nos mandaron aquí “salvándole el pellejo”. De hecho, después le golpeé, y le obligamos a dejar el grupo haciendo que se valiera por sí mismo. Más adelante encontró la ciudad donde habíamos estado (hacía semanas que habíamos partido) para encontrarse atrapado en “la maraña de mentiras que tendí, pues soy la mayor embustera del mundo”. Ha viajado desde entonces siguiendo mi “vida depravada” hasta que un Frío le recogió.

Tras un rato discutiendo, tuvo que volver a contar la historia bajo un hechizo de verdad, como ya he dicho, y ahí se tendría que haber quedado todo si no fuera porque el muy capullo dijo que yo también debería contar la historia bajo un hechizo de verdad. Ejem, no tuve más remedio que hacerlo y, evidentemente, conté la verdad, dejando al descubierto incluso las pequeñas triquiñuelas que usé para que me dejaran entrar en la ciudad y para que nada me impidiera avanzar en mi viaje. A pesar de la pérdida de credibilidad derivada de esto, creo que quedó bastante claro que ni Robert ni yo somos unos depravados y que ambos merecemos volver a casa. Luego Robert contó su versión de la historia y quedó claro que Carlos es el que no merece volver a casa.

Después de esto, nos mostraron una lista de gente a la que hemos perjudicado con nuestra presencia. En primer lugar, cómo no, estaba Estrael, que de alguna forma ya está en libertad y soltando pestes de nosotros. También aparecía en ella el tipo al que destrocé la habitación cuando hice mi primera runa; los guardias de los que nos despedimos, que no encuentran trabajo por haber sobrevivido a sus patronos con lo de las hadas vampiros; las viudas de los tipos que secuestraron a Alastair; el capitán de nuestro barco, que al recaudador de impuestos le dijo que tuvo que devolvernos el dinero del pasaje y tuvo pérdidas en ese viaje; el tipo de Zuflucht que nos dijo qué pasaba, que tuvo que pasar dos días en cuarentena por haber hablado con los vampiros; las dos bodweanas, que no tienen dinero para volver a casa y la propia Careas, que desde que nos despedimos ha sufrido algunos ataques aislados de vampiros junto a Alexander.

No sé quién ha hecho la lista ni por qué la ha hecho con información tan mala. De Estrael mejor no hablar. El tipo al que destrocé la habitación olvidó convenientemente que le pagamos el destrozo. Sí, tenemos la culpa de que sigan vivos los guardias pero, ¿alguien nos puede culpar de eso? La culpa de la ejecución de los maridos de las viudas no es nuestra, sino de ellos por ser unos criminales. Evidentemente, al capitán se le olvidó declarar el botín de guerra y las ganancias que no habría tenido de no haberles ayudado nosotros a protegerse. Robert les dio mucho dinero a las bodweanas al marcharse, no es problema nuestro que lo hayan gastado o perdido. Y a Careas nadie le ha obligado a hacer nada. Me da pena el tipo de Zuflucht y creo sinceramente que es el único al que hemos perjudicado, pero dos días no es mucho tiempo y no es que no le pagáramos por la información.

Bueno, el caso es que tras leer la lista y aclarar esos puntos, se acabó la sesión. Mañana veremos en qué queda esto… ¡Qué nervios!

sábado, 14 de agosto de 2010

la druida del éter

Día 153: el éter

Tras tres días corrigiendo malos hábitos y volviendo cansadísima al campamento, donde Robert pasaba todo el rato solo y aburrido con mis aparatos electrónicos (Careas y Alex cumplieron su promesa y se marcharon al amanecer del segundo día), apareció antes de tiempo la druida-éter (es una mujer) y venía con sorpresa. Daluen la acompañaba porque (¡sorpresa!) es su pareja. Ninguno de los dos se sorprendió demasiado de mis habilidades, que Daluen, con buen tino, había puesto a prueba. De hecho, ha llegado antes porque se fue a informar a su amada de su descubrimiento y ella decidió conocerme en persona.

Las runas de éter con muchas menos de las que esperaba (apenas diez, contando las maestras) pero son increíblemente difíciles de controlar y muy poderosas. Sólo haciendo la más simple me he tirado para aprender a hacerla todo este tiempo, y cuando al fin lo logré se desprendió tal cantidad de energía que podría haber matado a una persona sólo con pasar cerca (por suerte, Seina, que es la chica-éter, estaba preparada para esto). El problema es que hasta que logre controlar esto pasará mucho tiempo y yo de tiempo no dispongo. Bueno, sí dispongo de tiempo, pero llevo aquí ya cinco meses y quiero volver a mi planeta. No es mucho pedir.

Mientras Seina y yo pasamos por una agotadora sesión de prácticas con runas, Robert y Daluen pasan tiempo juntos y hasta se han hecho amigos a pesar de las reticencias de ambos. No obstante, no tan amigos como para decirles cuál es el verdadero propósito del viaje (volver a casa no sólo yo, sino también Robert). Aunque supongo que, tarde o temprano lo acabarán sabiendo. Cuando Daluen me pregunta por qué no voy a la ciudad base de los fríos para conseguir lo que quiero, que me pilla más cerca, yo me limito a decir que no es por ofender, pero que de los fríos no me fío un pelo. Él no es tonto, sospecha la verdad y no se molesta en ocultar que sabe que sé sus sospechas. Aunque, por otro lado, se ha dado cuenta de que no todos los vampiros de la Tierra son malos o intentan perjudicar a éste mundo. De hecho, muchos como Robert no sólo se ocultan y mantienen ocultos a sus compañeros de raza, sino que ni siquiera matan a nadie. Espero que eso sirva para algo cuando sus sospechas se confirmen.

El resto de druidas se mantienen al margen y cuando hablan conmigo lo hacen con el máximo respeto, al igual que con Seina. No me siento parte de ellos, tal y como me imaginaba, pero Seina dice que ella siente lo mismo que yo y que por eso busca otras compañías no druidas. A pesar de todo, no alcanza a comprender cómo es que viajo con un vampiro. Creo que la aversión que tienen los druidas (incluida Seina) por los vampiros es más fruto de los prejuicios que de su naturaleza. Yo soy druida y no siento aversión alguna por Robert (de hecho, me siento atraída por él, cosa que a Seina le horrorizó) y la única diferencia entre ellos y yo es la educación que hemos recibido. Seina está de acuerdo conmigo y, según conoce a Robert, su actitud va cambiando favorablemente.

sábado, 31 de julio de 2010

El bosque de los druidas

Día 144: druidas

Al fin llegamos al bosque preferido por los druidas. Es un bosque bastante pequeño (debe rondar las 3 hectáreas), aunque se nota que es antiguo y que está bien cuidado.

Hubo problemas porque no querían dejar pasar a ninguno de mis compañeros y al final, a pesar de nuestras protestas, se decidió que ni siquiera Careas podría pasar, por ser una maga cálida. Estaba a punto de negarme a entrar yo también cuando Robert dijo que ni se me ocurriera, que no quería que yo acabara matándonos a todos con una runa descontrolada. Sé que exagera (¿o quizás no?) pero finalmente me decidí a entrar, no sin antes decir a los custodios del bosque que no pensaba quedarme a dormir allí. Me miraron de forma extraña y me condujeron al corazón del bosque, donde un grupo de tipos que parecían sacados de los cómics de Asterix y Obelix (y que no se parecían precisamente al druida) me recibió fríamente, diciendo que, por más que yo dijera ser druida no creían que yo lo fuera en realidad, dadas las compañías con las que viajaba. Eso me cabreó bastante, así que cuando me dijeron que hiciera una runa de mi bloque de elementos hice una runa de fuego y mi enfado hizo el resto. Por suerte, había runas protectoras por todas partes, pero la cara de pasmo que pusieron fue tan cómica que se me pasó el cabreo e hice una runa de viento para deshacer los pocos destrozos que había ocasionado. El pasmo se intensificó y me pidieron que me fuera de la sala (si es que a un claro del bosque se le puede llamar sala) para deliberar.

Al rato me volvieron a llamar y me dijeron que yo era un caso poco común, ya que mi bloque de elementos es el éter y éste engloba a todos los demás según el estado de ánimo. A continuación soltó un discurso que parecía sacado de las teorías presocráticas y me dijo que debía esperar hasta que llegara la otra única persona cuyo bloque de elementos era el éter. Tardaría una semana y mientras tanto ellos me enseñarían lo que pudieran e intentarían quitarme los malos hábitos que me haya inculcado Careas.

Cuando me fui a dormir al campamento, antes de poder explicarlo todo, Careas y Alex me comunicaron que se marcharían al día siguiente. No les conté nada y esperé a estar a solas con Robert para contarle lo que había pasado. Robert frunció el ceño y me dijo que debíamos esperar al druida-éter y que era importante que yo aprendiera lo que quiera que me enseñara. El elemento éter (que debe ser la magia) es algo que han debido mantener en secreto los druidas (ya que Careas no me habló de él, y Robert no sabía nada), y por tanto debe ser peligroso. Supongo que, si es la magia, eso explica por qué no se ha manifestado en la Tierra. Allí no hay ni pizca.

sábado, 24 de julio de 2010

los que no vienen al rescate

Día 137: reencuentro

Al fin Robert y yo nos reencontramos con el grupo, que había hecho un campamento permanente en un pequeño bosquecillo en cuanto contacté con Careas. Tal y como supuse, creyeron que los dos estábamos muertos y continuaron su camino en cuanto percibieron señales de los fríos en los alrededores.

Sigo pensando que no es excusa. Robert dice que, en este mundo, cada uno tiene que acarrear las consecuencias de sus decisiones y que, por ello, cuando alguien decide arriesgar su vida y no hay muchas posibilidades de salir vivo del rescate, se le deja atrás. Es una actitud muy poco noble, la verdad, aunque dudo que en este mundo existan las órdenes de caballería y el concepto del honor. Pero, incluso aceptando las costumbres de ese mundo, con eso no se explica el hecho de que Alexander fuera tan cobarde de dejar a Robert (que se sacrificó por él y con el que tiene una relación de amistad desde hace cientos de años) a merced de Melisa. Ante eso, Robert frunció el ceño y dijo que, ciertamente, Alexander es un cobarde, pero que aun así él decidió entregarse para evitar que todos sufriéramos daños y que, si yo fuera un poco más lista, también sería algo cobarde. Después de un rato discutiendo, lo dejamos en tablas y dejamos de pescar (bueno, realmente, con los gritos, no pescamos nada).

Sea por costumbre o por cobardía, lo cierto es que la actitud de Careas y Alexander (no de las bodweanas, que querían unirse al rescate suicida pero no las dejaron) ha ocasionado un distanciamiento entre ellos y nosotros que, mucho me temo, va a ser consecuencia de la ruptura definitiva de un grupo que, vamos a reconocerlo, desde que nos dejaron Prastes y Desmias y esos dos empezaron a jugar a las parejitas no está tan unido como debería. Lo que me unía más a Careas (el intercambio de conocimientos útiles) y se está acabando al no quedarle casi nada que contarme sobre las runas y al percatarnos de que la mayoría de las leyes científicas aplicables a la Tierra no funcionan en este mundo. Ahora nuestros caracteres chocan más que nunca. Alexander, para qué engañarnos, es un poco hipócrita y tampoco es que ahora le interese demasiado volver a la Tierra. Ni Alexander ni Careas se preocupan por nada, y nos dejan a Robert y a mí todas las responsabilidades (y las culpas si nos equivocamos). Con las dos bodweanas no nos llevamos especialmente bien ninguno, ya que aunque nos caen bien son demasiado impulsivas y parecen no darse cuenta de lo que pasa en la realidad, van a su bola. En cualquier caso, nos han comunicado que se aburren bastante con nosotros y que piensan abandonarnos en la próxima ciudad. Miedo me dan, esas dos son capaces de meterse en una de las ciudades completamente controladas por los vampiros.

En fin, que el grupo ya no es un grupo cohesionado, sino tres “parejas” que viajan juntas. Para colmo, la alianza forzosa que Robert y yo hemos hecho con los Fríos ha sentado fatal a Careas (cuya orden de magos está enfrentada a ellos) y a Alexander (que, aunque ahora quiera quedarse aquí, no ha perdonado a los Fríos el hecho de haberle mandado a la fuerza a este mundo), que se han enfadado con nosotros irracionalmente. “Bueno, por lo menos ellos estaban por allí cuando les necesitábamos, y no a dos días de camino”, me limité a decirles. Ahora sólo me hablan cuando es estrictamente necesario.